La biotecnóloga Natalia Alvarado encontró una faceta amable de la vinaza, ese desecho tan problemático de la industria sucroalcoholera, en uno de los momentos más difíciles de su vida. Estaba desempleada y se había visto obligada a dejar Tucumán y a regresar a la casa de sus padres en Salta. Llevada por la curiosidad y el deseo de seguir haciendo ciencia, improvisó un laboratorio en un baño en desuso y se puso a experimentar con microorganismos. Los resultados la entusiasmaron: el tratamiento del residuo generaba un material semejante a las placas utilizadas para la construcción en seco. Alvarado compartió sus hallazgos con su colega Fernanda Acuña y esta, a la vez, convocó a la contadora Mariana Carullo. Sobre esa base, las tres fundaron el emprendimiento Brics Argentina que se propone transformar un residuo contaminante en un negocio con incontables efectos positivos, propuesta que llamó la atención de la Fundación Invap, organización sin fines de lucro de la empresa de alta tecnología número uno del país.
Un descarte que hace doler la cabeza
Brics (denominación corta usada por sus creadoras) se inscribe en el movimiento de la economía circular, que impulsa la reutilización de la basura. “La situación más grave de residuos que tenemos en Tucumán proviene de la agroindustria. La vinaza, por ejemplo, está en expansión porque aumenta todo el tiempo la producción de alcohol y esto se vio reflejado durante la pandemia. Es muy difícil ubicar esos volúmenes de desechos: el sector produjo más de 33 millones de metros cúbicos el año pasado. Y sólo una pequeña porción es destinada al ferti-riego. La mayor parte de la vinaza queda almacenada y se convierte en un gran riesgo ecológico por la posible contaminación de los cursos de agua”, explica Alvarado. Ese descarte que tantos dolores de cabeza y daños ocasiona podría devenir en materia prima para la fábrica de sustitutos de ladrillos amigables con el ambiente.
Las cofundadoras refieren durante un diálogo virtual con LA GACETA -Acuña se mantuvo en silencio por una gripe que le había tomado la voz- que el proceso que inventaron abre oportunidades muy valiosas para la construcción. “Comprobamos que nuestra solución presenta distintas propiedades: flota; no se prende fuego, y tiene una cierta resistencia, y capacidad aislante térmica y acústica. Queremos concluir las pruebas para transformar la vinaza en placas para la edificación seca y rápida. La idea es reemplazar otros productos derivados del petróleo que también son contaminantes”, dicen. Carullo es contadora y tiene 29 años mientras que Acuña (31) es biotecnóloga, al igual que Alvarado (35). Todas llevan adelante trabajos paralelos mientras desarrollan Brics.
Aprender de las demás
La sociedad arrancó en 2019, cuando se unieron para presentarse en un concurso dirigido a estimular a los emprendedores de la firma San Miguel y la incubadora Inicia en el que terminaron posicionadas entre los competidores ganadores. Para desenvolver el proyecto y gestionar la patente de su invención, cada socia tuvo que aprender sobre el trabajo de las otras dos. Carullo, por ejemplo, se convirtió en una contadora especialista en microbiología. Y las licenciadas en Biotecnología se aplicaron a formarse en finanzas y en la comprensión de lo que significa montar una empresa, que por el momento se financia con los aportes de las fundadoras, y los premios y subsidios que fueron logrando.
Como una galleta de arroz
Los reconocimientos y las convicciones las colocaron en la mira de la prestigiosa Fundación Invap, específicamente del programa Emprendé ConCiencia que aquella lleva adelante con otras instituciones con el objeto de potenciar emprendimientos innovadores que aplican el conocimiento científico para modificar la realidad. Ellas dicen que ese fue el punto de inflexión. “Los científicos de Invap nos ayudaron a mejorar muchos aspectos de la producción y el desarrollo de nuestro prototipo con aportes de ingeniería, de planificación, de comercialización y de marketing. Ese concurso fue muy importante porque logramos ordenarnos a partir de la mirada experta de otras áreas. Y nos impactó muchísimo recibir la opinión de profesionales que se dedican a hacer satélites y reactores nucleares”, refieren.
No es poco para algo que empezó en 2018 casi como un pasatiempo para matar la ansiedad. Alvarado recuerda: “no encontraba trabajo por ningún lado. Yo nací en Salta, pero vine a estudiar a Tucumán y tuve que dar marcha atrás. El desempleo genera de a ratos estrés y depresión, y, también, inspiración y creatividad. Ahora agradezco ese tiempo duro porque yo estaba investigando algunos microorganismos, y no dejaba de formarme y de leer estudios científicos. Siempre me gustó el área ambiental, y en aquel tiempo profundicé la indagación de los procesos que podían dar como resultado el aprovechamiento y la reutilización de algunos residuos. Ese es el origen de Brics”.
En un baño que sus padres no usaban, Alvarado acondicionó un minilaboratorio casero y rudimentario, y practicó las primeras pruebas con muestras de vinaza que le había proporcionado Acuña. “Los hallazgos positivos nos convirtieron en emprendedoras”, aseguran. El prototipo presentado durante la entrevista exhibe la forma de un ladrillo: es duro, pero, a la vez, muy liviano. “Parece una galleta de arroz. Pesa menos que el mouse de mi computadora”, describe Alvarado.
Del baño de un hogar salteño Brics pasó a la habitación de una vivienda tucumana que hacía las veces de depósito de la familia de una de las socias. Fieles al espíritu de su iniciativa, las emprendedoras limpiaron, arreglaron techos, juntaron cosas de la calle y equiparon el nuevo espacio. “Nosotros somos basureras: estamos siempre buscando desechos que podamos reutilizar. Así fue que rescatamos una pieza de una casa abandonada para que funcione como laboratorio”, dice Carullo.
Todo a pulmón
Más allá de las ayudas y el aliento recibidos, las socias de Brics definen como “cuesta arriba” el período de profundización de la investigación con fines industriales que transitan. Las tres egresadas de la Universidad Nacional de Tucumán observan que en la provincia falta la infraestructura adecuada para brindar contención y vincular tecnológicamente al ecosistema emprendedor. “Nosotras lo hacemos solas tratando de aprovechar las colaboraciones que aparecen en el camino. Los subsidios demandan que una porción de los fondos sean aportados por los dueños del proyecto. Eso requiere una estrategia. También hay que tener otra para conseguir la patente. En nuestro caso viajamos hasta Buenos Aires para entender el procedimiento”, explican.
“Todo se está haciendo muy a pulmón”, enfatiza Alvarado. Los ingresos son reinvertidos, y las socias venden desde comida hasta accesorios para sostener el emprendimiento. “Lo que nos mueve a seguir es el motor que implica este proyecto de triple impacto”, dicen. Ellas vislumbran la posibilidad de generar ganancias al mismo tiempo que benefician a los sectores más vulnerables de la sociedad y protegen la naturaleza.
Las dueñas de Brics redactaron un programa a tres y cinco años con el que planean alcanzar su objetivo. Ese futuro ideal consiste en que el primer producto elaborado con la vinaza dé lugar a otros con el mismo espíritu y que los ingenios instalen plantas de procesamiento con la tecnología desarrollada por Brics para proveer materiales al sector de la construcción. “En el camino tenemos que hacer muchísimas cosas donde cada avance es muy importante. Ya hacer un prototipo para el INTI (Instituto Nacional de Tecnología Industrial) fue un gran logro”, relatan.
En el corto plazo, Brics se propone incorporar el equipamiento que precisa para realizar ensayos con mayor sofisticación, y seguir testeando la resistencia de los bloques o placas. Esto reduciría considerablemente los costos de tratamiento, además de acelerar los tiempos para pasar a la fase de fabricación a gran escala. La de Brics es una de las alternativas que se intenta dar a la acumulación de vinaza, donde también aparecen la concentración para alimentar calderas, que están haciendo al menos dos ingenios, y la extracción de potasio. De un modo o de otro, parece que la transformación se impondrá. “Nosotras vemos que el mundo está cambiando en cuanto al deber de cuidado del ambiente. En algún momento las normas serán más estrictas también aquí, en Tucumán, respecto de la emisión de basura y de la huella de carbono. Nuestro producto tiene un valor agregado que atiende a ese imperativo y plantea un modelo empresarial atractivo. Otros tratamientos carecen de la rentabilidad que promete el invento que nosotros descubrimos”, expresan. Las emprendedoras consideran que hay un potencial mayúsculo más allá de la vinaza: sospechan y se ilusionan que con un método parecido sea posible reconvertir los residuos de los efluentes cítricos.
La receta de Brics Argentina
Capitalizar los momentos de inspiración y de creatividad que traen las crisis.
Apostar por proyectos con impacto triple: económico, social y ambiental.
Ser coherentes con el espíritu del proyecto.
Aprender con los líderes tecnológicos.
Desarrollar un plan de medio y largo plazo que ayude a transitar el día a día.
El emprendimiento en Instagram: @bricsargentina